5 - Realidades más allá del analisis

 

    Cuando asumimos el compromiso, de manera personal, o porque alguien nos planteó la idea, por parte de quienes investigamos y  analizamos una problemática social, lo tratamos de hacer de la forma más simple posible, a fin de que quien tome contacto con el trabajo entienda lo que se trata de reflejar. Sobre todo, que  logre tomar conciencia de la problemática. Muchas veces se logra, otras no.

    En algunas oportunidades como se vio, tuve que utilizar un lenguaje más técnico sin olvidarme claro está, del enfoque a que hice referencia.

    Mediante el análisis que se logra hacer, tendemos un puente de información respectiva, ya que sin ella resulta imposible desplegar el abanico de oportunidades para conocer a fondo un tipo de problemática.

    La información es vital para conocer la realidad, pero también lo es para moldear arquetipos educativos, con los cuales dar elementos que ayuden en lo posible, a conformar patrones de opinión que a su vez, den la visibilización lo más amplia factible de la problemática.    La importancia real que se da o expone al proceso de visibilización dentro de la violencia doméstica y/o de género, es remarcada por los autores Wise y Stanley (1992) quienes ponen el ejemplo de Gran Bretaña. Concretamente, en 1860 Frances Power Cobbe y sus colaboradoras, que trabajaban en escuelas dirigidas por feministas y destinadas a niñas y niños de clase trabajadora en Bristol y a delincuentes juveniles, fueron acumulando con el tiempo una buena cantidad de conocimientos y de experiencias sobre los hombres violentos, sobre la manera de enfrentarse a ellos, y sobre el trato que éstos daban a sus mujeres e hijos con sus respectivas consecuencias.

    Resulta por demás interesante señalar nuevamente el hecho de que este fenómeno social no es  nuevo. Lo que expongo a continuación, es que en décadas pasadas el hombre como jefe de familia, imponía sus órdenes de una manera férrea y arbitraria. Si bien podía distar del accionar actual que conocemos por violencia doméstica, en esa actitud se resumía dicho proceso.

    Ahora bien, si apreciamos la realidad expuesta por Frances Power, nos encontramos ante una escala de violencia domética que no solo se circunscribe al hombre como protagonista, sino a menores delincuentes que ejercían desde su perspectiva, las orrespondientes formas de violencia. Esa acumulación de experiencias y conocimientos que ese grupo fue recabando, dio como resultado  encender la luz amarilla ante un problema antiguo, tan antiguo como la humanidad misma. Actualmente esa luz obviamente pasó a ser roja y verdaderamente dramático el cuadro que se  nos presenta.

    Desde ese ámbito se comenzaba muy tímidamente desde luego, a trabajar sobre el tema no solo encontrándose con las mismas barreras que actualmente siguen planteadas, sino con un entorno más hermético que el actual. Se percibía solo una ínfima parte del profundo y complejo problema.

    Las autoras del artículo “La violencia de género” Bosh y Ferrer, indican que en “la década de 1870 Cobbe tomó conciencia de lo extendido que estaba el problema de la violencia masculina y de la escasa protección que tenían las mujeres casadas y, junto con otras mujeres se dedicó a recoger información, escribir artículos y discursos y consiguió publicar algunos de ellos en periódicos influyentes.”

    “Gracias a ello”-se prosigue diciendo- “una pequeña comunidad de personas informadas y conscientes comenzó a trabajar para modificar la situación, redactando y publicando un proyecto de ley que instituía mandatos de separación para las esposas de maridos violentos. Finalmente, encontraron un patrocinador interesado en la Cámara de los Comunes y se presentó un proyecto de ley al respecto.”

    Es interesante señalar dos puntos sobre este ejemplo. El primero, es que se está hablando de lo sucedido en una sociedad conservadora y puritana como la inglesa, y más aún en ese siglo. Sin embargo, para la época se había dado un paso de gran importancia y cuantía. Un grupo de mujeres luchadoras puso en marcha ese mecanismo.

En segundo lugar, y pese a lo dicho, esa sociedad se encuentra dentro del contexto del Primer Mundo, (en esa época se usaban las denominaciones Viejo y Nuevo Mundo).

    No cabe duda de que esos periódicos jugaron un rol importante al permitir la publicación de los referidos artículos, con la información recopilada por Cobbe. Desde el punto de vista social y periodístico, me permito decir que ello constituyó una revolución social en el más amplio sentido del término. Una revolución periodística que sentó un precedente en la materia.

    No debemos ceñirnos solamente a la prontitud analítica. Debemos ampliarla a través del conocimiento de casos.

    La violencia de género nos brinda lamentablemente todos los días, múltiples casos (al menos los que salen a luz) con los cuales si se quiere, se puede hacer un estudio del perfil del victimario. Creo que lamentablemente hoy en día no hay nada más fácil que la configuración del perfil de un victimario, aunque si nos introducimos a fondo apreciamos la existencia de diferentes perfiles, pero lógicamente, todos bajo un mismo denominador. Asimismo, debo aclarar que hay profesionales en nuestro país, que han hecho importantes trabajos de campo, pudiendo determinar entonces él o los factores desencadenantes a través de los cuales se llega a componer la línea de perfiles.

Las denominadas disputas familiares son generadas por uno o más miembros del grupo. Éstas no se dan ni se generan porque sí. Podemos englobarlas  en varias fases. Están las disputas o peleas por cualquier motivo, que son habituales en todo núcleo familiar, que según su intensidad pueden o no insertarse dentro del contexto de violencia doméstica, si bien en la actualidad por un reflejo automático las insertamos todas.

    Otra clase es generada cuando se traspasa todos los límites. Es  el caso específico de los abusos sexuales cometidos por miembros varones que lo hacen no solo contra sus hijas o hijastras, sino contra hijos varones, sobrinas, nietas, etc. y que una vez que alguien vinculado al núcleo se entera, literalmente explota la bomba.

    Vamos a conocer gracias a la gentileza de la periodista Sra. Patricia Mango del diario El País de Uruguay, el caso de un hombre que abusaba de su sobrina nieta de tan solo cuatro años. El hecho tuvo lugar en el departamento de Canelones, y en él se pretende reflejar los innumerables casos que se dan, no solo a nivel nacional, sino por supuesto internacional. Aclaro que el texto que seguidamente se transcribe, fue tomado de la propia noticia elaborada por la periodista, y posee ribetes de crónica policial. Sin embargo, lo que deseo reflejar con ello es hasta dónde puede llegar el ser humano. Asimismo, me permito decir que la Sra. Patricia Mango también me brindó otros casos que insertaré oportunamente. Veamos este caso relatado de la siguiente manera:

    “Un hombre de 55 años marchó a la cárcel tras comprobarse que manoseaba a una sobrina nieta de cuatro años. El caso ocurrió en una localidad del referido departamento de Canelones denominada Capitán Artigas, en cuya seccional fue radicada la denuncia oportunamente.”

 

    “El hombre de iniciales C.D.R.C. vive en la misma cuadra que la víctima, una niña de cuatro años hija de una sobrina suya. La familia, tenía confianza en él, seguramente porque desconocía las actitudes que el sujeto había tenido antiguamente con dos de sus sobrinas hoy mujeres.

    “Fueron ellas las que notaron que la niña estaba con una actitud extraña y se percataron –prosigue la información- de que la historia podría estar repitiéndose. Así, hablaron con la madre de la niña y le contaron que, cuando ellas eran niñas, el tío las había manoseado.

La madre, radicó la denuncia en la Seccional 25 Capitán Artigas (Barros Blancos) y hacia allí fue conducido el sujeto.

Declaró en el Juzgado de Pando donde habría admitido un vínculo cercano con la niña pero no las acusaciones de manoseos contra ella.

Luego de indagado el juez actuante lo procesó por “Atentado violento al pudor” y lo envió a la cárcel departamental.”

    Anteriormente traté el tema dentro del contexto traumático, de mujeres que durante su niñez habían sido victimas de abusos sexuales. En este caso vemos cómo dos generaciones fueron víctimas (valga la redundancia) del mismo hombre, su tío. Ahora bien, sería bueno preguntarles a las sobrinas sin entrar en parámetros que puedan inducir a juicios de valores, ¿Por qué no denunciaron a su tío? ¿Por qué no pusieron sobre aviso a la madre de la pequeña?

    La respuesta a la primera pregunta puede responderse sola, ya que poseemos elementos para ello. Ésta se multiplica en las siguientes condicionantes: por temor a represalias o por falta de conocimiento sobre lo que les estaba haciendo el tío. Hay que tener en cuenta que en el momento o época en que este hombre sometía a sus sobrinas, poco se conocía del tema, y quizás ya de mayores pensaron que no reincidiría en esos actos y se despreocuparon de lo sucedido.

    Otra posible respuesta es la falta de comunicación existente entre las chicas y la madre, padre, u otro ser cercano al entorno familiar. Esa carencia de comunicación se transforma, como hemos visto, en un factor aliado en el desarrollo de las actitudes psicosomáticas de estos individuos. No debemos olvidar que el abusador sexual es un ser potencialmente enfermo de patologías precisamente psicosomáticas, producidas como hemos visto oportunamente por entornos familiares complejos, y modos de represión durante la niñez. Todo ello suele conllevar no generalizadamente, pero sí en un alto porcentaje, a la configuración de una personalidad con esos rasgos.

    En cuanto a la segunda respuesta, resulta difícil darla, por cuanto sencillamente no tuve la oportunidad de interrogar a las jóvenes. Sin embargo, puedo conjeturar la hipótesis de que las jóvenes no deseaban que se supiera el hecho por parte de terceros, pero al ver que la historia se repetía, viéndose reflejadas en aquella niña que estaba pasando por la misma situación que ellas habían pasado, sintieron la necesidad de contar lo que les sucedió, como forma de que aquel hombre pagase lo que ellas habían sufrido. La niña se convirtió en el detonante de una situación repetida que en su momento no pudo ser frenada.

    La historia se repitió por la simple razón de que estos seres, o mejor dicho su patología, es reiterativa. Este hecho sucede lamentablemente a diario, ya sea en Uruguay como en cualquier país del planeta. Pero de diez casos que ocurren solo tenemos acceso a dos o tres que se constituyen en ejemplos de lo que sucede en la sociedad. Me refiero evidentemente a abusos sexuales, los cuales pasan de hecho a convertirse en acciones de violencia doméstica y/o de género, siempre y cuando claro está estos se den en el marco o contexto del núcleo familiar.

        En el momento en que conocemos un caso o un hecho de estas características, literalmente lo ponemos en la misma bolsa, como se dice comúnmente, más allá del hecho irrefutable de que ello constituye a todas luces violencia doméstica en su más amplia y clara dimensión.

    La realidad cohabita con nosotros  pero cuando resulta molesta se tapa, se trata de excluirla del conjunto social a fin de que éste no vea la parte mala de ella, es decir de la realidad. No cabe duda de que otro factor inserto en la violencia doméstica, es la tenencia de los hijos. No se tiene conciencia por parte de la pareja disuelta, de que estos (los hijos) llegan a sufrir bastante. Se les trata como meros objetos y a la hora en que los padres se separan, esos objetos empiezan a rodar entre diferentes integrantes de la familia, en el mejor de los casos. Pero como he dicho, el universo es muy amplio también en este aspecto, encontrándonos con diversas y variadas causas que reivindican todas las posiciones. A la vez se ponen en juego los tres protagonistas quienes a su manera actúan a la misma vez de victima y victimario, llevando todos por igual la peor parte.

    El caso que reúne estas características, es aportado también por la periodista Patricia Mango. Personalmente iba a aclarar que el mismo tiene ribetes policiales. Pero en el momento en que lo iba a plantear, pensé o tomé plena conciencia, ya que estaba citándola, que toda esta compleja problemática, termina siendo un gran entramado que se entrelaza con lo policial, porque su culminación generalmente converge en ese ámbito.

    “Un hombre fue procesado con prisión –comienza indicando la información- al haber golpeado brutalmente a su ex concubina en El Pinar, balneario perteneciente a Ciudad de la Costa, en el Departamento. de Canelones. La pareja tiene un hijo en común de 4 años y el caso se inscribe en una disputa por la tenencia del menor.”

    “La situación ocurrió cuando J.F.A.M. de 57 años concurrió a la casa de su ex mujer” -prosigue-“ una joven de 28 años, con intenciones de ver a su hijo. En la vivienda se suscitó un violento incidente que fue subiendo de tono hasta que J.F.A.M golpeó a la mujer y la amenazó con un cuchillo.”

    “La policía llegó al lugar y pudo detener al agresor, “-agrega- “un hombre que tiene al menos 7 antecedentes penales por distintos delitos y que incluso ha estado preso. De igual modo no trascendió su nombre.”

    “Según supo El País, el sujeto declaró posteriormente, que él pelea la tenencia del niño porque afirma que la mujer es adicta a las drogas y deja solo al niño para procurarse las dosis.

Esta vez la discusión tomó ribetes de magnitud que no había alanzado en ocasiones anteriores.

La justicia de Ciudad de la Costa lo procesó con prisión por “Un delito de Violencia Doméstica”

    Tomando como verdadero lo dicho por el sujeto, se nos presenta un panorama en el cual como dije anteriormente, los tres actores hacen doble juego. Es decir, víctima y victimario aunque evidentemente, el menor se lleva la peor parte, ya que se encuentra inmerso en un ambiente plagado de errores y deficiencias estructurales, que dominan el contorno. Un padre con antecedentes delictivos que lo pone dentro de un contexto de marginación, y por ende de escasa credibilidad frente a la sociedad a fin de efectivizar la tenencia de la criatura, motivada según expresó, porque su ex concubina y madre del pequeño, es adicta a los estupefacientes, y por lo tanto de manera obvia no es apta para la crianza del niño.

    Así entonces esta mujer de igual modo ejerce desde su perspectiva, una sistemática violencia doméstica no solo contra el niño sino contra su ex concubino. La violencia es perpetrada contra el hombre que se desespera por ver a sus hijos, y no se le permite hacerlo. Vuelvo a reiterar que el caso expuesto anteriormente, se enmarca por donde se aprecie en un ambiente sórdido, de marginalidad avanzada, pero existen casos similares desarrollados fuera de ese entorno..

    Ante esto, es bueno indicar que en Uruguay cuando se constata un caso semejante, toma cartas en el asunto el organismo de previsión social, el cual emplaza a la mujer a realizar sus deberes como madre, y el no cumplimiento de éstas le puede acarrear severas sanciones dispuestas en diversas leyes fundamentadas en la ley del menor. Personalmente tuve acceso a un caso, en el cual la madre no alimentaba debidamente a su hijo de pocos meses. La abuela se dio cuenta de ello, y tomó cartas en el asunto, derivando el caso al organismo anteriormente indicado. Pero hay que ser incisivo en el tema, y decir que aun cuando se pueda frenar la situación, el daño está hecho. Es un drama profundo que se revela como todo lo concerniente a la violencia doméstica, en todas las escalas y estratos socio – culturales.

    Más allá de los graves problemas económicos que sufre nuestra sociedad, como otras de América Latina, el hecho de no ocuparse debidamente de la alimentación de los hijos, ya sea por parte de la madre o del padre, configura un grave hecho de violencia doméstica. Lo hemos visto en uno de los artículos de la ley 17.514 donde se pena la negligencia económica. Pero ¿cuántas veces se priva no solo a los niños sino incluso a ancianos, del alimento necesario como forma de castigo?. La citada ley pena al culpable, pero de hecho no resuelve el drama.

    No es novedad decir que estas acciones dan la pauta certera de estar ante seres conflictuados.

    Puede sonar y resultar paradojal hablar en este trabajo sobre ambientes armoniosos, por cuanto ello no se condice con los panoramas asociados al tema. De hecho la armonía no tiene cabida ni en los seres que ejercen la violencia ni en su entorno. Expresado más claramente, en todo escenario pautado por expresiones violentas, resulta imposible mantener o configurar espacios armoniosos o de concordia.

    La violencia doméstica, ejercida en personas mayores o ancianos, puede resultar más difícil de determinar, y por consiguiente de identificar ya que al igual que en el caso de los niños, no puede manifestarse plenamente, pese a que estos últimos han podido generar patrones de comportamiento que alertan a terceros. El motivo por el cual mayormente no se le hace caso a los ancianos en el momento en que éstos manifiestan el panorama por el cual están pasando, es que generalmente se les dice a terceros que pretenden intervenir: “No le hagas caso porque está chocheando. ¿Cómo yo voy a hacer semejante cosa? Está inventando para atraer la atención.”

    Sin embargo, voy a delinear mediante un ejemplo, las formas (o al menos una) que se llega a utilizar en el sometimiento de éstos, teniendo bien presente que quien somete es de por sí arbitrario en toda la extensión del término. Hasta ahora hemos visto, y lo veremos más adelante, que los padres, tíos, etc. (personas mayores al fin) accionan ese dispositivo en contra de menores. Es si se quiere lo más común y normal en unas sociedades donde lo anormal se torna normal por acostumbramiento.

    Pero existe como todo en la vida, el lado opuesto a este esquema. Y es ahí donde apreciamos que todo no está visto, y que si bien caemos en el asombro y estupor cuando se nos dice que un menor o una mujer es víctima de malos tratos, nos sucede de igual manera o más aún cuando se trata de estas personas, que como dije, componen la franja vulnerable de la sociedad.    Primordialmente se les práctica la violencia desde la perspectiva psicológica, con amenazas, insultos, dejándoles de lado, y lo que es peor, poniéndolos en casas de salud y olvidándose de ellos, de irles a visitar mientras que ellos (madre, padre, tíos, abuelos) viven bajo la ilusión de que tal día serán visitados. Llegado el día nadie aparece convirtiéndose esto en un terrible golpe, que llega a doler mucho más que un puñetazo o una palmada.

    Francisco, de 83 años de edad, se encontraba internado en una casa de salud desde hacía cinco años cuando falleció su esposa. Sus cuatro hijos optaron por esa medida, porque ninguno lo podía cuidar. Durante los primeros meses lo iban a visitar, hasta que cierto día uno de ellos le dijo: “Papá, la semana próxima, si no vengo yo vendrá Gabriel.”

    Llegó el día y Gabriel no apareció. Francisco, inquieto por lo que le pudiera haber pasado a su hijo, solicitó a una de las funcionarias que llamase por teléfono, lo cual hizo respondiéndole Gabriel que se le había complicado, y que irían la próxima semana pero no fueron. Así transcurrieron varias y nada. “Eso sí–comenta Susana, funcionaria de la casa de salud- todos los meses pagan la cuota, porque saben que de lo contrario se lo devuelven como si de un objeto se tratara, y lo menos que desean ellos es tener nuevamente a su padre en casa. Prefieren obviamente pagar que sacrificarse, cuando Francisco como tantos otros padres en general, durante años dieron todo de sí por esos hijos que hoy les abandonan.”

    “Como el caso de Francisco hay muchos, -continuúa Susana- y a mí sinceramente me da mucha lástima verlos compartiendo en un juego de naipes o en un té su soledad, su desamparo casi total.” Es cierto que están acompañados por personas de su misma edad, pero por supuesto que no es lo mismo que encontrarse en su hogar, contenidos por quienes ellos han criado. También están compartiendo aunque ellos no lo sepan, o no lo puedan reconocer, una forma de violencia pautada por el abandono emotivo, que a esa edad representa un fuerte golpe.

    Debo ser claro en un punto, y es que aún cuando puedan estar en el seno del hogar, igualmente pueden ser víctimas de ese abandono afectivo como consecuencia de que lisa y llanamente, los hijos o nietos no les hacen caso, no ofrecen por consiguiente el esquema de atención estructurado cientos de años atrás.

    Se puede decir entonces, que la violencia doméstica contra ancianos o personas mayores, es más nueva en la sociedad, que la ejercida contra otros segmentos sociales, (mujeres, niños) obedeciendo al factor de respeto hacia la persona mayor, el cual se ha ido perdiendo en las últimas décadas, según dicen algunos por confrontaciones generacionales. Pero si bien es cierto ello, también se debe a que actualmente se vive a un ritmo de vorágine, teniendo a los ancianos como meros objetos a los cuales evidentemente se les relega, y ellos asumen psicológicamente esa relegación como un modo de sentirse inútiles.

    Obviamente que a toda edad el abandono afectivo constituye un duro golpe. En muchos casos esto duele más que la agresión física, ya que ataca al orden psíquico. ¿En cuantas oportunidades alguien de nuestro entorno familiar, nos dice algún insulto o alguna palabra subida de tono? En ese momento como no esperamos semejante acción, nos quedamos atónitos, perplejos ante ello, pero lo que realmente nos sucede es un tremendo cimbronazo dentro de nosotros que nos hace enmudecer y espantar. En las personas mayores ello se acrecienta al tener menos poder de resolución que cualquier persona joven.

    Se nos abre un elemento nada despreciativo por cierto, como lo es el índice de suicidios en ancianos, del cual si bien no tenemos porcentajes ni cifras sobre las cuales poder manejarnos, y así confeccionar un esquema acorde, poseemos sí algunas de las causales. Constituye la de mayor volumen la depresión progresiva, causada especialmente por el abandono afectivo, al comprobar que ya no son útiles ni a la sociedad ni al grupo familiar. Es así como su mente los transporta hacia ese estado, cuyo final muchas veces se ubica en el suicidio. De ello claro está, poco y nada se habla no solo por el hecho (vuelvo a lo mismo) de no ser redituable para los medios de prensa, sino por constituir una importante carencia a nivel social que radica en la no contención psicosocial pertinente.

    Este hecho lo vimos de igual modo en otras franjas etarias. Sabido es que la contención y el saber escuchar o prestar atención cuando alguien que se encuentra en esa situación así lo requiere, constituye una importante herramienta de control, a través de la cual es posible aplicar las concernientes a nivel jurídico. Es decir entonces que ambas se complementan, o mejor dicho, se deben complementar para un mejor accionar a nivel preventivo. Aunque en Uruguay no tenemos cifras oficiales sobre el maltrato a la persona mayor, se estima a nivel internacional que entre un 5 a un 10 por ciento de este segmento poblacional, sufre algún tipo de violencia en el plano domestico. Así se desprende de datos emanados en el marco del Día Mundial sobre la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. Es importante señalar el criterio utilizado por la comisión de la tercera edad que trabaja en la órbita de la Intendencia Municipal de Montevideo, al considerar que adulto mayor es la franja etaria que se extiende desde los sesenta hasta los setenta y cinco años, mientras que los ancianos van desde esta edad en adelante.

    A nadie escapa por supuesto, el hecho de que Uruguay es un país envejecido, ya que el 17,5% de la población uruguaya tiene más de 60 años (581.566 personas), según datos de 2005 relevados por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). El número (y por ende el porcentaje) de personas mayores de 75 años, crece de forma acelerada con sus respectivas secuelas, tanto desde el punto de vista poblacional, como social, representando una fuerte carga para la presente generación.

    Si bien no existen estimaciones oficiales en relación a actos de violencia doméstica contra estas personas, lo único que hay es una muestra sesgada que realizó la Sociedad Uruguaya de Geriatría y el Programa del Adulto Mayor y muy tenues investigaciones periodísticas particulares, como el caso del presente trabajo. Entre 2005 y 2006 ambas instituciones tomaron 212 denuncias que recibieron e historias clínicas recabadas en el Hospital Maciel. Según pude saber a través del artículo “El Maltrato en la vejez en Uruguay” extraído del sitio Web espectador.com “De las 103 muestras tomadas por el Programa Adulto Mayor, en el 41,7% de el maltrato fue abandono familiar, el 20,5% violencia psicológica y un 16,5% abuso económico. En los 109 casos provenientes de las historias clínicas el abandono familiar registró un 35%.”

    Más adelante indica que estos datos “significan que en poco más de 200 casos, más del 60% registró abandono, según explicó la doctora Rosalía Panza de la Comisión de Maltrato de la Sociedad de Geriatría: “Es una punta de un iceberg y, seguramente, por debajo están todas las otras formas del maltrato que no se denuncian dentro de las cuales están el abuso psicológico, que no es fácil de determinar, el abuso financiero y la violencia física”.

    Según se puede apreciar en la muestra, “el 63% de las denuncias del Programa del Adulto Mayor fueron hechas por vecinos y muchas veces el agresor es el cuidador principal o el familiar que está a cargo del anciano. “Hay un sentimiento de por medio, por lo cual se vuelve muy difícil hacer la denuncia. Pero tampoco le resulta fácil al anciano hacer una denuncia a través de un Juzgado, porque en realidad la protección la tienen a través de la Ley 17.514, que es la de violencia doméstica. Entonces, imagínense en alguien que está con la autoestima muy baja, en una situación de vulnerabilidad. Porque en general, se ven las personas mayores de 75 años, que haga la denuncia en un Juzgado y eso a su vez tiene un trámite y para las personas mayores ese tiempo es vital y va en desmedro directamente de su calidad de vida”, dijo Panza.”

   “Yo también sufrí violencia doméstica, -me comenta por otra parte Susana de la casa de salud en diálogo extenso para este trabajo, pero muy sustantivo por cierto- y sé lo que significa estar solo frente a la hipocresía social. Por eso comprendo lo que pasa por la mente de estos seres –refiriéndose a los ancianos- cuando se les deja abandonados.”

    “Mi pareja me castigaba psicológicamente, -prosigue narrando Susana- pues yo llegaba del trabajo y me comenzaba a celar. Si bien aquí tenemos un horario, muchas veces nos quedamos por nuestra propia decisión más de la cuenta, ya sea porque alguno se siente mal, o porque está en uno de esos días y necesita de nuestra atención. Llegaba a casa y comenzaba a torturarme con sus celos, diciéndome si había estado a gusto con mi supuesto amante, y propinándome toda clase de improperios injustificados. En el trabajo encontré mucho apoyo en mis compañeros.”

    “Yo les contaba lo que me sucedía. Nunca me callé ni me inhibí, y ello al final me ayudó. Constantemente ellos me decían que lo dejara, pero yo no me sentía con las fuerzas suficientes para hacerlo. Era una mezcla de temor y compasión. Sí, compasión por un ser débil que me usaba para sentirse importante, para demostrar a sus amigos que pese a todo lo que había pasado durante su juventud, era capaz de tener una mujer.”

    “Temor porque naturalmente no sabía cómo iría a reaccionar si yo le planteaba el propósito de separarnos, dado que él tenía en la mente la idea de que lo engañaba con otro, y esa acción podía alimentar su idea. Me hallaba indudablemente entre la espada y la pared, hasta que un día una compañera de trabajo me dijo, -Bueno Susana, basta. Te voy a acompañar a la comisaría de la mujer, efectúas la denuncia, y te vienes a vivir a mi casa. Así lo hicimos, y tuve la suerte de que él lo tomó a pie de la letra. Suerte digo yo, porque como usted sabe, muchos hombres no respetan la decisión judicial, con los resultados comunes que todos lamentablemente conocemos.”  finalizó diciéndome Susana con una claridad profunda y concisa.

    La valentía esgrimida por Susana, resulta a todas luces invalorable para verter componentes con los cuales estructurar el debido ejemplo, y por supuesto que reitero el hecho de que jugó un importante rol tanto el abrirse a sus compañeros de trabajo, como estos al darle su apoyo en una decisión compleja. El valor que puedan tener las víctimas para mostrar lo que les está sucediendo, reviste una tremenda importancia. No es solo el hecho demostrativo hacia la sociedad, sino que se demuestran a sí mismas el camino tortuoso por el cual están transitando. Ello por supuesto que es un paso significativo, pero que a veces no da su fruto, ya que pese a la demostración contundente que se haga, no tiene respuesta a nivel social y jurídico.

    Mónica, una abogada con la cual he hablado para este trabajo, me comentaba la inhibición que sienten muchas mujeres al radicar su denuncia en la comisaría del barrio, donde por lo general no hay mujeres policías. Es así entonces que la victima le narra a un hombre lo que otro hombre le hacía, no pudiendo por lo tanto explayarse debidamente, porque percibe que ese hombre que la atiende, que le toma los respectivos datos no la entiende. No puede por más voluntad que ponga, comprender una situación límite de esa naturaleza.

    Si bien en la comisaría de la mujer existe el marco adecuado en este aspecto, donde psicólogos y juristas trabajan en equipo, no todas las mujeres por diversas razones tienen acceso a esta dependencia. Es cierto que la comuna montevideana posee centros especializados. Pero debemos tener en cuenta que hasta el momento las mismas actúan como depositarias de las denuncias, realizando mínimas gestiones de posible prevención, y por otra parte, las mismas atienden obviamente dentro del departamento de Montevideo, dejando en manos de los juzgados y comisarías comunes al resto del país.

    Es en mi modesta opinión en este aspecto donde habría que aunar esfuerzos y criterios, a fin de corporativizar la labor, creando un organismo a nivel nacional que haga a la vez el trabajo preventivo y de contralor, dándole a la vez a la o a las víctimas la contención y el apoyo necesario, porque en un caso hipotético pero real a la vez, de que una víctima logra salirse del circulo del victimario, se puede sentir indefensa económicamente frente al entorno social que la rodea.

    Tal el caso de Andrea, quien con sus tres hijos pudo literalmente escapar de su pareja, que la golpeaba constantemente por cuestiones mínimas. Colmó su límite, y en una primera instancia fue a residir con su madre, pero ésta falleció. Andrea tiene pocos recursos económicos propios, por lo cual hace tareas como empleada doméstica, dejando a sus hijos solos durante todo el día. Al enterarse Roberto, su ex pareja, de ello dio parte al Instituto Nacional del Menor para que actuase no como correspondía, sino que su intención era que se le diera la tenencia a él. Se le encargó a una visitadora social averiguar en qué condiciones viven tanto Andrea como Roberto, y aunque éste es solvente desde el punto de vista económico, no lo es desde el ángulo social debido como resulta obvio suponer, a las alteraciones de carácter que pautan su conducta agresiva hacia Andrea, y que en cierto momento pudiera derivar hacia los niños.

    De esta manera, los niños pasaron a la órbita del INAU, para una mejor atención de éstos. Sin embargo, se puede suponer el estado de angustia y de estrés en que se encuentra Andrea. La única forma factible de recuperar a los chicos, es volver a convivir con Roberto, y así supuestamente integrar una familia que obviamente, en el fondo no lo es. Roberto, al conocer ésto se encuentra en un estado de chantajista. Según lo que Andrea le narró a la visitadora social, y ésta al presente trabajo, dice que casi todos los días el hombre la intercepta en la calle, para decirle casi en tono amenazante, “Si querés volver a estar con los chicos, tendrás que volver conmigo.”

    Aquí entonces es donde falta desde el conjunto social, tanto las herramientas como la parte de comprensión para encarar el problema, o mejor dicho, para ayudar a las victimas, en este caso, Andrea. Por un lado, darle a esa madre la posibilidad de seguir educando a sus hijos, y éstos de estar debidamente vigilados sin sacarlos del regazo materno. Por otro lado, frenar a ese hombre que evidentemente se aprovecha de la situación, generada por la misma sociedad al plantear bajo el argumento de que una madre sola, y que por su trabajo deja solos durante todo el día, no es capaz de brindarles correctamente atención, y si lo es, continúa en pareja con alguien que en este caso es un maltratador. Pero esto luego se verá, quizás cuando ya sea tarde para hacer algo.

    El aspecto de comprensión que esgrimí anteriormente, tiene que ver al menos aquí, en que si Andrea o cualquier otra mujer en igual situación, buscan trabajo y no se le brinda acompañada de sus hijos, es un grave problema de inflexibilidad yaciente desde luego a escala social. No quedó en la calle por el mero capricho de ella. Tuvo sí evidentemente sus motivos que deberían ser atendidos de modo flexible, dejando naturalmente a un lado esa cara drástica que muestra casi a diario la sociedad en estos panoramas por demás complejos.

    La flexibilización pasa pues por la comprensión masiva de un problema, tanto de parte del conjunto social, como de las autoridades respectivas. A fin de que ello se pueda poner de manifiesto, tiene que haber una coordinación aún más estrecha, tanto entre los protagonistas como entre quienes actúen desde la mera perspectiva de la contención y del entendimiento, pues logrado éste, se pasa a la etapa flexible donde se puede llegar a ciertas pautas de ayuda. Esa ayuda resulta recíproca, ya que otorga la posibilidad de visualización.

    No se debe dudar naturalmente de que no exista la voluntad para hacerlo, tal como veremos más adelante. Pero no es solo con la realización de seminarios o congresos que se abate el problema, por más que desde mi perspectiva o punto de vista personal, me alegra enormemente que ello acontezca. Lo realmente bueno, y ello cae de maduro, es que se pudiesen implantar al menos una parte de lo que se maneja en esos eventos.

    Vuelvo a reiterar que se trabaja fervientemente en la búsqueda de soluciones paliativas y amortiguadoras al problema. En este aspecto se debe decir que  la Secretaría de la Mujer y el Ministerio del Interior buscan avanzar en la coordinación de los servicios de atención a la violencia doméstica brindados en los centros comunales -en las llamadas Comunas de la Mujer- y en comisarías. En este sentido,  se desarrolló el día 4 de junio de 2007 el encuentro "Formando redes por una vida sin violencia", en el que los distintos actores involucrados en la prevención y tratamiento de casos de violencia doméstica pudieron exponer su estado de situación, sugerencias y necesidades.

    En declaraciones realizadas al sitio Web Montevideo Portal por Helena Pontes, coordinadora de la Secretaría de la Mujer de la Intendencia, ésta señaló que "fue un encuentro sumamente positivo, muy conveniente en el momento actual en que nos encontramos, en la búsqueda de otras soluciones para poder avanzar en este camino de la prevención de la violencia doméstica" lográndose, acoto yo, un acercamiento al tema, siendo desde luego el factor preventivo, el elemento de mayor importancia a fin de llevar adelante  la prevención.

    Pontes destacó más adelante que la idea de estas instancias es "realizar desde lo local, desde el territorio, una coordinación entre las mujeres organizadas que trabajan en este tema con las seccionales policiales respectivas", y más allá de los avances, reconoció que "en los hechos todavía queda mucho trabajo por hacer". "En algunas comunas se han dado y se mantiene un buen relacionamiento entre las mujeres y los referentes policiales. En otros no ha sido tan así por eso es importante que haya un marco institucional", agregó.

    Dicho marco institucional no solo debe atender el aspecto relacionado con las cuestiones jurídicas inherentes al problema, sino que mediante procedimientos estructurados para ello, debe introducir cambios en la mentalidad del policía hombre, o en su defecto hacer ingresar más policías mujeres en las comisarías barriales.

    Dentro de dicho contexto y entre los temas tratados en ese encuentro, "se plantearon necesidades que pasaban por ejemplo por crear dentro de las comisarías espacios adecuados para la atención de la denunciante. Nosotros sabemos que las mujeres vienen en situación de suma vulnerabilidad, entonces es necesario crear un espacio privado, alejado de los demás denunciantes", dijo Pontes otorgándoles el ámbito de contención necesario, con el cual la mujer víctima se sienta protegida y, a la vez entendida por quien la escucha. Es importante subrayar el hecho de que si no comprendemos bien a una persona, puede resultar muy difícil, por no decir imposible, darle la protección como es debida.

    Desde el Ministerio del Interior se puso énfasis, por su parte, en la capacitación del funcionario policial en esta temática. Miguel Migliónico, asesor de la ministra Daisy Tourné, fue el encargado de explicar el estado de situación de este tema en la órbita de dicho Ministerio. Acerca de este “estado de situación” el funcionario expresó que "tenemos una policía que trabaja en forma dispar en cuanto a la cantidad de funcionarios, su capacitación y los recursos. Apuntamos a mejorar la capacitación, incluir en la currícula formal de los estudios un módulo de formación en materia de violencia doméstica; pero sin perjuicio de eso, en lo que queda del año realizar talleres que nos permitan capacitar a los policías en este tema".

    El aumento de denuncias es considerado por el asesor ministerial como "un empuje positivo en lo que hace a la visualización del fenómeno". "Creemos que hay un mayor acercamiento de la población a los servicios en general. La gente encuentra respuestas que facilitan o favorecen el acercamiento a estos servicios", resaltó Migliónico.  Además de este aumento, Migliónico destacó que el número de denuncias por violencia doméstica o delitos contra la persona que pueden vincularse a situaciones de esta índole fue similar al de denuncias por rapiña.

    A nivel de la opinión pública el delito de rapiña es considerado más preocupante o es más visible que las denuncias de violencia doméstica, lo que en opinión de Migliónico "tiene que ver con la lectura que hace la comunidad, que condena más desde el punto de vista social el delito de rapiña que el de violencia doméstica. Lo cual significa que en el imaginario societario, la violencia doméstica todavía no termina de ser percibida como un delito, ni como una violación de los derechos humanos, y como una cuestión de salud pública, ni como una cuestión de seguridad publica", concluyó analizando Miguel Migliónico, asesor en el Ministerio del Interior de la legisladora Daisy Tourné.

    Se ve, se percibe y hasta se suele sentir en carne propia. Pero mientras en el imaginario colectivo o societario, no se introduzca como un delito ramificado, no se podrán obtener los resultados adecuados. Vimos en páginas anteriores dentro de un caso aportado por la periodista Patricia Mango, que un juez remitió al victimario por atentado violento al pudor, porque justamente rozaba ese limite. Sin embargo, me permito decir que todos los casos de violencia doméstica y/o de género, configuran sin excepción, atentados contra la integridad física y psíquica de quien la padece, y se debería implantar dentro de las normas jurídicas dicha figura, y desde luego, aplicarla como se debe, esto es con todo el rigor que amerita.

    En ella podrían trabajar más conjuntamente aún, tanto jueces como abogados, psicólogos, y las diversas autoridades que actualmente bregan por paliar la situación que día tras día se escapa más de control, aunque en los hechos nunca estuvo bajo control, dada su vastedad.

    A mediados del 2007 en el programa televisivo que se emite por Canal 10, “Pan y Circo” se ofreció un informe muy sustantivo por cierto, relacionado con la problemática focalizada en la localidad de Toledo, departamento de Canelones. Esa localidad cuenta aproximadamente con cinco mil habitantes. El informe se generó a consecuencia de graves denuncias sobre el tema. Se había planteado que toda esa ciudad sufría de violencia doméstica y/o de género, poniendo como esquema el hecho de que la mayoría de sus habitantes son militares, teniendo la idea de que estos usan la fuerza bruta en todo. Si bien en el informe se presentaron algunos casos meritorios de ello, se debe dejar en claro que ni todos los implicados son de esa condición, (militar) ni todos los militares suelen ser victimarios. Que así sean, obedece a un factor de presión psicológica que se da tanto en los cuarteles como en dependencias militares, y se descarga como vimos oportunamente, en el núcleo familiar. Allí literalmente estallan, arremetiendo contra esposas, pareja, hijos, etc.

    Sabemos todos que está ahí, que nos puede tocar, o de hecho ya nos está tocando dentro de nuestro núcleo familiar, pero como bien dijo Migliónico no lo vemos o no se nos presenta como un fuerte daño que acarrea todo lo expresado por el funcionario ministerial, dándole más importancia a las rapiñas, hurtos, etc. que a ésto pues no se visualiza aún como lo que es, un delito con la diversidad que pretende mostrar el presente trabajo.

    El perfeccionamiento de la policía, los talleres de capacitación, y las campañas que se logren articular en materia de visualización, y por consiguiente de prevención, tienen como objetivo a largo plazo, la atenuación de este fenómeno siempre y cuando el mismo no se mute, y surjan nuevas variedades. Debe quedar bien en claro, que se trabaja fundamentalmente hacia el lado del problema focalizado por hombre y mujer, es decir dentro de la pareja como patrón de imagen. Pero no hay que olvidar de las otras formas esgrimidas, esto es hacia los padres, hermanos, hijos, etc. siendo áreas de mayor problema de acercamiento, y por consiguiente de solución.

    Se pone mayor énfasis hacia la desplegada contra la mujer, porque muy posiblemente resulte pese a todo la de mayor visibilidad, y por consiguiente la que posee más impacto en el momento actual. Estamos viendo y analizando diversos panoramas individuales, que de hecho forman y conforman un único panorama, muy discutible  por cierto, donde la protagonista es la mujer, ejecutándose el rol protagónico en torno a la pareja.

    Dentro del referido contexto, veamos este caso aportado también por la periodista Patricia Mango, quien narra el hecho de un joven que sometía a golpizas a su pareja.

    “Un joven de 24 años evadido desde el año pasado” -comienza diciendo la información- “fue capturado en Maldonado. Marchó a la cárcel a raíz de las golpizas que le daba a su mujer que de La Paz se fue a vivir a Montevideo donde rehizo su vida en pareja.

    El caso tomó estado policial en enero de 2006. Una mujer de 33 años, logró escapar de la casa donde su pareja de 24 la tenía encerrada. Era frecuente, denunció, que el joven le diera brutales palizas al no estar de acuerdo con su comportamiento o cuando ella salía de la vivienda que compartían en la ciudad de La Paz.

    Ese día, A.M.P. se excedió: además de golpearla como era habitual, la encerró y ella escapó como pudo, pidió ayuda a un vecino y radicó la denuncia en la Seccional 5ª. Cuando la policía fue a buscarlo, de A.M.P. no había noticias. Se había escapado rápidamente en un periplo que le permitiría ganar un año más de libertad.

    La primera parada que se conoce, es en Fray Bentos donde el evadido buscó trabajo en una semillería. La policía de Canelones conoció este dato y pidió ayuda a sus pares de aquella zona del país para que lo detuvieran. Pero el joven se enteró y fugó.

    Luego se supo que estaba trabajando en una empresa cercana a la semillería pero al igual que en la anterior oportunidad, fugó cuando prácticamente lo habían atrapado. El tercer destino, fue Punta Del Este. Allí no tuvo tanta suerte y fue capturado un día miércoles siendo derivado de inmediato hacia La Paz. Desde la comisaría fue llevado al Juzgado donde tenía pendiente la causa que determinó su prisión por “La comisión de reiterados delitos de lesiones graves en reiteración real. La mujer que tiene dos hijos, ya había abandonado la ciudad.

    Si tomamos este caso o episodio de violencia domestica, apreciamos que luego de un importante período de ser cautiva de este hombre, se pudo liberar de él, siendo la clave motora de la liberación precisamente el antagonismo a ello. Al verse encerrada, esto se constituyó en el disparador a través del cual la mujer se dijo a sí misma, no soporto más esta situación. Se debe observar el hecho, y hacer hincapié en ello, que antes de que su pareja la encerrara en la casa, ya se encontraba de hecho encerrada, a consecuencia de lo que me permito denominar celos enfermizos, pues él pretendía (y así lo hizo durante determinado tiempo) ejercer sobre ella una dominación atroz y contundente. Era el “si tú no estas de acuerdo conmigo te castigo” Era el reflejo de actitudes comúnmente asumidas por los padres, y muy posiblemente los padres de este hombre habrán actuado así con él. Obviamente que no lo conozco personalmente, pero no olvidemos y tengamos presentes el hecho casi irrefutable de que somos o nos constituyen en el reflejo tanto de nuestros padres, padrastros o tutores, como de la sociedad misma con sus bemoles y carencias evidentemente.

    Este hombre como tantos otros, tomó de rehén a esta mujer, a fin de auto erigirse como dueño de la persona, sin medir las consecuencias que ello le aparejaría. Muy posiblemente lo hizo, con el cometido de sentirse más que nadie, y escapar de modo ficticio claro está, de ese pasado, de esa niñez perturbada y tremendamente atormentada. De hecho ningún victimario lo hace, y es parte de lo que podemos conformar como la cultura de la violencia en general. Dentro de esta se encuentra el esquema correspondiente a la doméstica y/o de género.

    Se me hace imprescindible aclarar nuevamente que a este victimario no lo conozco, y el breve análisis que me permití hacer sobre su forma de actuar y su comportamiento, lo hice en base al patrón genérico utilizado en la conformación de perfiles de estas personas.

    Más allá de ello, es un modelo más a la hora de plantear propuestas logísticas que pretendan atenuar dicho problema. En lenguaje simple, es como que cuanta más y mayor experiencia se tenga, más posibilidades existirán de arremeter contra esta oleada que azota al conjunto social.

    No cabe duda de que es lamentable tener que atenernos al resultante de estos hechos, para poder confeccionar políticas adecuadas de prevención.

    ¿Esa falta es desconocimiento? Reitero enfáticamente mi aseveración, sí, lo es.    El desconocimiento en general de cualquier temática o problemática, surge como consecuencia real y latente de la carencia de medidas articuladas con la educación. En los primeros años de nuestra vida, carecemos de toda noción de aprendizaje al cual accedemos en su debido tiempo, y mientras tanto permanecemos en el más absoluto desconocimiento de diversos hechos. En este caso es igual.

    Vale decir, se necesita educar adecuadamente a los diferentes componentes sociales para que se perciba en su real dimensión, todo lo que hace a esta temática. Dicho de otro modo, se le debe hincar el diente con todos los medios que las diferentes sociedades poseen. Es evidente decir que de otro modo nos enfrentamos al retroceso educativo paulatino. El ocultamiento de lo que sucede dentro de los componentes sociales, conlleva de hecho a una carencia educativa profunda y contundente.