8 - Conclusión

 

En temáticas complejas se hace difícil plantear o esgrimir alguna conclusión que refleje en esencia lo que en verdad se quiere. Se plantea sí un cúmulo de deseos para que el tema llegue a una solución lo más eficaz que se pueda. Obviamente, para lograr esa eficacia, se deben aunar criterios que fortalezcan el trabajo en común, considerando la o las metas que se buscan poner en práctica. En este caso especifico, son varias las metas perseguidas dentro de un común denominador.

    La violencia genera violencia,  frase acuñada por alguien que desde lejos o desde cerca, apreciaba la espiral que ello propiciaba, y no dudó en visualizar de este modo una realidad que nos afecta a todos. Y va en aumento, gracias a la insana mentalidad cada vez más frecuente del ser humano, que como bien sabemos se autodestruye, convirtiéndose en el único mamífero que se degrada a sí mismo, posiblemente por el placer irracional desde luego, de ver a su semejante sumido en la desesperación, y lógicamente no se da cuenta que al final resulta él también víctima de ese panorama.

    Como observamos en este trabajo, la violencia en cualquiera de sus facetas está en nosotros mismos, y suele fluir con un mínimo episodio producido por algún factor social irritante, que ingresa por decirlo de algún modo en nosotros. Como lógica respuesta a ello debemos literalmente descargarlo, depositarlo en alguien de nuestro entorno o fuera de él, dando lugar por supuesto a las facetas de víctima y victimario.

    Es bajo este panorama que se transgrede el concepto de armonía que se nos inculcó en cierta manera, y en algún momento de nuestra existencia, por cuanto ello representa si se me permite decirlo, una de las bases del buen comportamiento humano. Este va quedando desvirtuado, al eliminarse como consecuencia de la diversidad de elementos planteados y expuestos aquí, la armonía como factor de unión dentro de grupos sociales, y en este caso especifico dentro de los núcleos familiares. Un núcleo con importante índice de armonía, no sucumbe tan fácilmente a los procesos desintegratorios que finalizan casi inexorablemente, en los estados y episodios de violencia doméstica y/o de género.

    Sin embargo, resulta evidente que la armonización como tal casi ya no existe. En la inmensa mayoría de las familias, ésta queda sutilmente falsificada con el propósito de que la misma juegue el rol de espejo, o quizás mejor dicho de espejismo en el cual nosotros mismos nos convencemos de que todo está bien alrededor nuestro, cuando la realidad nos marca otros parámetros, desde luego antagónicos. Se puede creer que ello induce a la confusión, pero logramos saber muy en nuestro fondo cuál es la realidad porque la vivimos y sentimos. Que no podamos manifestarla como debemos, es otro tema que he tratado de profundizar desde estas páginas.

    Como este capítulo es la conclusión del libro en sí, y no de la problemática, lamentablemente me tomo el permiso de realizar algún que otro comentario generalizado. El motivo por el cual cierro este trabajo desde el capítulo dedicado a la violencia contra la niñez es simple de percibir, si sabemos y conocemos la idealización que tenemos acerca de ella. Vale decir, son la niñez y  la juventud, dos períodos especiales de la existencia, en que la humanidad pone (o dice poner) atención prioritaria. La niñez es el futuro del planeta, y se debe cuidar como tal. Ciertamente es así, pero si no fuese por las diferentes organizaciones generalmente no gubernamentales, que trabajan en procura de crear y concretar ese periodo lo más dignamente posible, estaríamos aún ante crisis todavía más profundas de las que se han reseñado aquí.

    No nos cabe ya la menor duda de que la violencia doméstica se encuentra en su faz más álgida y controversial. ¿Qué hacer para atenuarla? Es una pregunta desde donde se trabaja arduamente. Creo que en el 2007 se puso a escala internacional mayor énfasis en su lucha. Una lucha que comenzó a generarse casi sin cuartel, sin las armas ni herramientas adecuadas, las cuales se fueron gestando y construyendo a medida que se daba la respectiva visualización.

    La contundencia con que se fue dando la problemática, hizo que las respectivas autoridades actuaran de acuerdo a la vertiginosidad con que se propagaba la misma. Se crearon (y se seguirán creando)  herramientas tanto jurídicas como psicológicas, que se irán a la vez ajustando según se dé la dinámica de la violencia, ya que no debemos olvidar que cualquier problemática posee  por sí misma su dinamismo, el cual hace desbordar en muchas ocasiones los diferentes medios de contención predispuestos en los niveles que se trabajan, sea jurídico o psicológico.

    El dinamismo con el cual actualmente nos enfrentamos, es por supuesto más sutil y convulsivo que el observado décadas atrás, por cuanto quien ejerce la presión literalmente se modernizó, adoptando características y actitudes que a simple vista lo hacen y convierten en un ser amable y hasta sumiso, ficticiamente, claro está.

    ¿Se puede hablar de sutilezas en ese entorno? Personalmente creo que sí, por cuanto el victimario utiliza dicho elemento para parecer gentil primero a su víctima, y luego al entorno que la rodea, tal como he expresado recientemente en una suerte de reiteración. Es así que tenemos la dinámica de la violencia doméstica sumamente modernizada. Claro, quienes se modernizan son los actores de esta problemática, fundamentalmente los que crean el ambiente hostil donde se llevan a cabo los escenarios violentos sometiendo a los demás.

    Concluir o dar por concluido este trabajo, sería de mi parte algo erróneo y sin sentido, ya que esta problemática social continúa sistemática y lamentablemente, cobrándose diariamente y a nivel mundial decenas de víctimas. Confieso que cuando planeé este trabajo, había pensado realizar un capítulo monitoreando la situación a nivel global. Imposible hacerlo debido a la vorágine con que nos encontramos en este tema. Las cifras se actualizan todos los días, y precisamente todos los días hay nuevas víctimas, aunque mayormente no nos enteremos ahí están en sus diversas facetas, desde lo que podríamos considerar como la más simple hasta la más compleja.

    Simplemente, finalizaré este libro con un deseo. Ojalá que en algún momento del espacio tiempo, todas las herramientas diseñadas para paliar y contrarrestar la violencia doméstica y/o de género, dejen de ser aplicadas. Será la señal de que la misma ha sido contenida eficazmente.